Ni Cataluña es Escocia ni Castilla es Inglaterra
Hace unas semanas me refería al desafío que Artur Mas había planteado al Estado tras la manifestación de la Diada de este año. Lejos de irse apaciguando las cosas, parece que hay un interés mutuo en que se líen un poco más. Total, mientras se habla de Cataluña y de su Autodeterminación, no se habla de otras cosas. Por ejemplo de la desastrosa gestión de CiU en estos dos años de gobierno con el apoyo del PP catalán. Como dije anteriormente, los pueblos se hacen mayores y como dice Mas, se emancipan. Me parece estupendo. Pero al menos cuando yo dejé la casa de mis padres, lo hice entre otras cosas para no volver a pedirles dinero. Pero esta manera de actuar parece que no entra en el cerebro fenicio del Sr. Mas. A mí no me preocupa Cataluña ni el Sr. Mas. Me preocupa mi tierra y su futuro. Y me preocupa que el Sr. Rajoy continúe dando la espalda a Castilla y en resumidas cuentas, que le importemos un rábano. Lo mismo que le importamos al PSOE y a IU, para los cuales Castilla no tiene derecho a existir, a pesar de lo cual ellos sí defienden con uñas y dientes a otros pueblos peninsulares que jamás fueron estados independientes.
Se habla mucho del proceso escocés y de ese referéndum que los escoceses llevarán a cabo en el 2014. Aquí algunos han querido hacer comparaciones entre Escocia y Cataluña. Lo que viene a demostrar la catadura moral de los susodichos, dado que la autonomía escocesa es bastante menor que la que tienen Cataluña o el País Vasco. Pero vamos a hacer otra comparación curiosa y es la de Inglaterra con Castilla. Cuando Escocia se integró en 1707 en el Reino Unido para participar (sobre todo de los beneficios económicos) en el Imperio Británico forjado por Inglaterra, renunció a su propio parlamento, el cual quedó integrado en el Parlamento Inglés. Pero en ese momento el Parlamento Inglés dejó de ser inglés para ser el común de todo el Reino Unido (Inglaterra, Gales, Irlanda, Escocia). Como suele suceder, cuando una nación deja de tener imperio y de ser poderosa, se hace menos atractiva. Y al igual que ha sucedido en España, algunos que siempre se sintieron iguales aun siendo diferentes, ahora ven esas diferencias como insalvables. El caso es que la identidad inglesa durante estos 3 siglos se fue difuminando hasta casi diluirse. En los años 90 comenzó un crecimiento ascendente del nacionalismo escocés, que hasta entonces era meramente testimonial, fruto de las burlas de los conservadores ingleses y de películas como Braveheart. Esto último suena a broma, pero la noche antes del referéndum para la restitución del Parlamento Escocés, este film de Mel Gibson fue exhibido en todos los canales de tv de Escocia. Así que de la noche a la mañana los ingleses se encontraron con que aparecía un parlamento escocés, otro en Gales y otro en Irlanda del Norte. Pero el parlamento inglés no fue restituido. El parlamento de Londres siguió siendo el Británico y no el inglés. Este agravio comparativo ocasioó que reapareciera un sentimiento inglés cada vez más acentuado. La bandera inglesa (la blanca con la Cruz de San Jorge) fue sacada de los baúles del tiempo y a ser usada nuevamente junto a la de Gran Bretaña (la Union Jack). No en vano y a día de hoy, el sentimiento en favor de la independencia de escocia es mucho mayor en Inglaterra que en la propia Escocia, donde no alcanza ni el 30%. Lo que demuestra que los ingleses están hasta las narices de escuchar lamentos de unos hermanos escoceses que no habrían el pico cuando los barcos del Imperio amarraban en el Puerto de Edimburgo.
En España el caso es similar. Las Cortes de la Corona de Castilla, donde estaban representadas todas las ciudades de León y Castilla con derecho a voto, desaparecieron de facto en 1714. Las Cortes de Cádiz de 1810 nada tenían ya que ver con el Antiguo Régimen. Pero mientras a partir de la Constitución de 1978 se crearon o restituyeron parlamentos en territorios históricos y no históricos, Castilla quedó fuera de todo aquello. Es más, aparecieron parlamentos a granel en provincias castellanas que jamás habían sido región. Caso de Madrid, La Rioja o Cantabria. Pero al contrario que en Inglaterra, no se produjo ninguna reacción en el pueblo castellano, cuya identidad llevaba siendo machacada desde hace 500 años. Por contra, ahora ha reaparecido con fuerza un nacionalismo español uniformador de inspiración liberal, que se nutre básicamente del lavado de cerebro del pueblo castellano. Y paradojicamente, es el mismo nacionalismo que lleva siglos borrando literalmente a Castilla del mapa y entregando gratis a la periferia todos sus recursos humanos y económicos. Los castellanos en definitiva, alimentan irracionalmente a la bestia que les devora.
Bien es cierto que en Castilla surgieron en su día partidos castellanistas de una u otra orientación. Pero lentamente han ido desapareciendo hasta llegar al día de hoy, en el que el Castellanismo es prácticamente testimonial. Como botón de muestra es que la reacción del Castellanismo ante los acontecimientos que se suceden de manera vertiginosa en el Estado Autonómico de 1978, ha sido hasta el momento nula. Cuando en toda Europa los movimientos nacionalistas y regionalistas de todo tipo comienzan a crecer, sobre todo en oposición al impulso globalizador del Capital, en Castilla no se mueve ni una brizna de hierba. No es cuestión de imitar a los demás. Cada pueblo debe encontrar su propia vía de supervivencia. Tampoco se trata de ir contra España sino contra un modelo de España. Como siempre me gusta decir, no se trata de romper España sino de unir a Castilla. Si los castellanistas no somos capaces de movilizar a nuestro pueblo y si seguimos la senda agotada de estos últimos 30 años, Castilla quedará reducida a los museos, los libros de Historia y a una amplia llanura desértica donde instalar pantanos, travases y vertederos nucleares para beneficio de otros.
Hay que pararles los pies.
Hay que parar a un gobierno que gobierna bajo mandato del pueblo español, pero siguiendo las directrices de sistema financiero mundial. Hay que parar a un gobierno que está dispuesto a dejar a todos los ciudadanos sin trabajo, sin casa y en la más absoluta ruina, con tal de dar gusto a todos esos bancos que son responsables absolutos del 80% del total la deuda española. Y hay que parar los pies a una Comisión Europea, que nadie ha votado y que ha demostrado que sus intereses son los del Capital internacional y no los de los trabajadores europeos. Por nosotros, por nuestros hijos, por nuestro futuro. El 7 de Octubre no te quedes en casa y saca tu bandera castellana a las calles.
El Disputado Voto del Señor Cayo
Es difícil amar a Castilla y no emocionarse con esta película. Castilla estaba muy mal a finales de los ’70. Ahora está mucho peor. Pero sirva este film basado en la novela de Delibes, como acicate para seguir luchando por nuestra tierra. Nuestros enemigos son los mismos que aparecen en esta historia. La misma clase política que lleva 30 años engañando, mintiendo, traicionando y escupiendo a Castilla y a los castellanos. Pero ellos no son los peores. Nuestro mayor enemigo es nuestra propia indolencia como pueblo. Nos hemos vuelto muy modernos y cosmopolitas. Las grandes urbes y la globalización nos ha dado todo lo que hemos querido consumir, incluso muchas cosas que no nos hacían falta. Ahora el tiempo nos pasa la factura. Hemos olvidado en muchos casos los nombres de esos pueblos abandonados. Los nombres de sus patronos y fiestas. Y hemos olvidado como se siembra, como se ara la tierra o se ensilla una mula. Y sobre todo, hemos olvidado la tierra de nuestros antepasados. Quien quiera dejarse engañar por unos u otros políticos, es su problema. Otros no nos conformamos con el actual estado de cosas y haremos todo lo posible por recuperar nuestra tierra. Por recuperar Castilla.